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El bullying es un tema educativo y social

Estos días, venimos asistiendo con gran estupor, a casos de bulling, en los que algunos jóvenes, impelidos por la falta de criterio de algunos de sus compañeros de aula, acaban por canalizar con dolor propio y de sus familias, este problema.

El bullying existe. Siempre ha existido, nos dicen algunos puristas de la cuestión, pero igualmente es cierto que nunca había alcanzado tan altas cotas de sufrimiento como las que estamos observando estos días en nuestro entorno. Y no nos engañemos, que son muchos, muchos, muchos, los que sin derivar en soluciones drásticas para su vida, siguen cada día sufriendo estos casos de acoso. Vean ustedes las cifras oficiales que se dan al respecto y me permito aventurar que sería necesario multiplicarlas por algún dígito para mostrar la verdadera cara que tiene el problema.

En nuestras aulas, está alojado y con nuestros hijos convive. Sí con nuestros hijos. Unos porque lo sufren, otros porque son los ejecutores, pero también existe una amplia mayoría de jóvenes, que asisten con pasividad a situaciones en las que ven acosar a sus compañeros, respondiendo con indiferencia al problema. Y este es el verdadero problema. Desde luego quien lo sufre lo mismo que sus verdugos, requieren una intervención inmediata, que no puede retrasarse ni un minuto más. Está claro que las administraciones educativas, los centros, sus direcciones ejecutivas, los claustros, los educadores, deben intervenir de manera diligente para atajar el problema en su mayor magnitud. Pero también es cierto, que con medidas protocolarias no se soluciona la cuestión. Ni mucho menos.

La solución a tanto bullying, pasa indefectiblemente por abordar la cuestión desde una perspectiva educativa. Los educadores hemos de sentirnos responsables de lo que sucede en el aula. Y responsables, significa actuar, dar ejemplo de respeto al alumnado y exigir ese mismo respeto entre los compañeros de pupitre. Y si para conseguirlo es necesario mostrar una actitud radical y exigente, no debe temblarnos el pulso a la hora de actuar. Se nos exige acción, en virtud de nuestra condición de educadores. Va en el sueldo, como suele decirse. No podemos pasar ni un solo gesto de discriminación en el marco social del centro escolar. Ni uno.

Y de igual modo, las administraciones educativas han de sentirse responsables del tema. No se crean que con dictar protocolos de actuación se resuelve el problema. Ni mucho menos. Eso es únicamente curar la herida, poner un vendaje sin solucionar la causa. Por lo que se podrán producir muchas heridas más. Y eso es lo que nos está sucediendo: No se aborda la cuestión desde el punto de vista educativo. Veamos la realidad que nos asiste: ¿cuántas Comunidades Autónomas cuentan con un observatorio del acoso? Visiten la página web de su consejería… Visítenla y se darán cuenta de la importancia que se le está dando a este tema en la administración educativa de su comunidad.

No podemos mirar a otro lado, pretendiendo ignorar que el tema es educativo y como tal ha de ponerse en manos de los profesionales del ramo. Desde luego, que ya se ha demostrado cómo aquella persona que procede del mundo del derecho es capaz de gestionar la sanidad.  Pero ¿qué les voy a decir? Me siento más tranquilo cuando está en manos de los propios sanitarios. Y si son médicos, mejor, porque con la salud no se juega. En este caso, no vamos a negar que cuestiones sociales, como es el bullying, debieran estar en manos de los profesionales de lo social. Aquellos que desde la educación, son capaces de abordar la socialización del alumnado. No resulte extraño que ya en el año 2017 abogáramos por la integración del educador social en la Escuela. Y hacerlo del modo más efectivo posible, confiriéndole el estatus de educador. No participando como invitados en consejos que tienen un carácter más bien formativo, sino como verdaderos agentes, educacionales, capaces de desarrollar en los centros, programas eficaces de atención a la diversidad y de integración social del alumnado. Haciéndolo como lo que son: educadores especializados en lo social. Y en este punto, desde los colegios profesionales lo mismo que desde las administraciones educativas, debiéramos estar trabajando ya, para ello. De modo que mañana, o dentro de unos meses o el año que viene, estos jóvenes que se están escolarizando hoy, no lleguen a sufrir el tan temido y abominable bullying. ¿A qué esperamos?

J.Quintanal. Marzo´2023

Publicado por EL DIARIO MONTAÑÉS, el día 9 de marzo de 2023. Enlace:

De nuevo, la escuela

Nos aproximamos a un nuevo curso escolar. Y, tras la experiencia que acabamos de pasar, con la pandemia, nuevos interrogantes surgen ante la incertidumbre de cómo podrá ser este nuevo curso. Los medios de comunicación van dando pautas de acción inmediata. Pero eso no es todo. O no puede serlo, puesto que, tras la puerta del centro escolar existe toda una vida (académica) que también tiene su importancia. A la cual, será necesario prestar atención. Por ello, me van a permitir ustedes, que dirija la reflexión en tres frentes concretos, que en mi opinión debieran focalizar nuestro interés ante la llegada de este nuevo curso.

Parece que ya hemos superado la contrariedad que nos supuso, en plena pandemia, abrir el aula a formas de comunicación interactiva. Las plataformas llegaron para quedarse y aún no tenemos claro de qué manera pretenden acomodarse. Además, si en pedagogía algo nos dejó claro tan traumática experiencia, fue conocer el papel fundamental que juegan los maestros o las maestras, como agentes motivadores de la curiosidad y el interés infantil. Incluso frente a la sobrevalorada tecnificación del aula, que en algunos casos incluso se ha apoderado de la vida escolar de manera exhaustiva, sin subsumir de ningún modo, la fundamentación didáctica de su incorporación. Tecnología, no es necesariamente sinónimo de calidad, ni de mejor formación, pues puede en algunos casos llegar a encubrirla o incluso, anularla. De ahí que su necesidad se haya cuestionado, en algunos contextos tras la puerta del centro escolar, basándose en el necesario y sustancial avance que metodológicamente, se está reclamando. Incluso hasta se han incorporado formas de trabajo revestidas del rimbombante título de “novedosas”, cuando se trata únicamente de cambiar el soporte a un estilo educativo tradicional. La tecnología puede enmascarar formas poco innovadoras de trabajar, que no serán capaces de responder a la mínima exigencia que puede llegarnos con la realidad que cada día se vive en el aula. El cambio ha de venir con un nuevo paradigma educativo, en el que la técnica juegue un papel importante, pero sometido al interés y a la acción pedagógica. Lo importante no será hacer las cosas bonitas, ni tampoco muy modernas, o muy lúdicas, por más que eso sea lo que guste o nos haga parecer actuales. Lo realmente importante, será conseguir que nuestros educandos consigan una solidez formativa y unos recursos potencialmente adecuados para alcanzar plenitud en su desarrollo social y personal. Los recursos, son eso, recursos, medios que contribuyan a ello. De ningún modo pueden ser el fin.

La segunda cuestión que tendremos que plantearnos ante la llegada del nuevo curso, tiene que ver con los movimientos sociales que se dan en torno a la cuestión educativa. Tenemos una nueva ley educativa en ciernes. Otra que, como las anteriores, se nos vislumbra depauperada. Y es una pena. Porque las ideas están sobreponiéndose a los sentimientos. Y en educación, eso no es bueno. El aula es un lugar de igualdad, donde todos caben. Porque, independientemente de la forma de pensar o afrontar la vida que tengamos cada uno, la diversidad siempre va a ser algo evidente. Entonces, ¿por qué empeñarse en imponernos al resto? ¿Tan difícil resulta buscar fórmulas para entenderse (comprenderse y aceptarse), o de consenso, como se dice ahora? Pues nada. Tenemos la reforma servida y, con ella, la disputa también.  La pena es que la divergencia aparezca en lo más esencial, en lo pedagógico: ¿qué tratamiento se le va a dar a las necesidades especiales? ¿Por qué se va a seguir relativizando la problemática convivencial? ¿Para cuando piensa la escuela integrar los especialistas en atender la educación social? ¿Servirá tanto esfuerzo para algo, o tendremos que seguir vagando, los próximos cursos, en este particular destierro? Vaya forma más tonta que tenemos de perder el tiempo. Y digo tonta, porque lo que perdemos es otra generación más, como si ya lleváramos pocas,… y nosotros mientras, dejando pasar el tiempo.

Por último, hemos de reconocer que lo que hace unos años nos parecía de inminente necesidad, el devenir histórico parece irlo apartando, cuando no debiera ser así. Me refiero a la formación de los profesionales de la enseñanza. Un modo de proceder que tiene muchos frentes abiertos. Pero ninguno cierra. O más bien se cierran en falso: programas de formación inicial que nos responden a las necesidades actuales de la escuela; una universidad, que no acaba de encontrar la forma de establecer un vínculo de relación directa con la vida escolar; un estilo de formación permanente basado en la moda del momento; un modelo de integración laboral (oposiciones) apoyado en criterios academicistas que nada tienen que ver con la realidad del aula; un máster que abre la puerta a la enseñanza que reciben nuestros adolescentes, sin ningún estilo metodológico, con un fundamento que no se parece en nada, a la siempre reconocida y valorada vocación; un modelo de carrera docente, aún por definir,…. Vamos que tenemos un cuerpo profesional en el que la pedagogía si no brilla por su ausencia, es porque la sustenta la buena voluntad y la entrega que demuestran muchos de los profesionales implicados. Pero nada más. Falta una base pedagógica y una estructura legal que lo arme y le confiera consistencia.

Y con estos mimbres, nos lanzamos a la búsqueda del nuevo curso. Apoyándonos en una tecnología que aún desconoce su función en el marco escolar, con una problemática social y normativa, que nos seguirá turbando el sueño, pues no se aborda en su esencia y, con unos profesionales, que se lanzan a la conquista de toda una generación, con la noble intención (y convicción) de hacerlo lo mejor que puedan, pero sin medios ni recursos para ello. Confiemos que salga bien. O al menos, lo mejor posible.

Publicado en el Diario ALERTA, 22 de Agosto 2021, página de OPINIÓN. Pincha aquí..

Carta abierta a Alejandro Tiana, Secretario de Estado de Educación

Con el respeto que me merece la figura que representas en el organigrama institucional del Ministerio y apelando al rigor pedagógico que sé que te caracteriza, pues en nuestra Facultad he tenido ocasión de comprobar el cariño que profesas a la Escuela y cuanto ella representa (la entrevista que tuve ocasión de hacerte para el podcast “educación al dia” de la UNED, me dejó un agradable aroma al “recuerdo infantil” machadiano, y también quedó clara tu auténtica vocación de maestro), permíteme que te dirija esta carta, al haber sido presentado ya el Anteproyecto de LOMLOE  y, de este modo, hacerte llegar un tema que me parece importante tener en cuenta, porque sé que en tu caso no caerá en saco roto; muy al contrario, lo tendrás al menos presente.

Se trata de conferir el ahora más que nunca, necesario carácter social (socializador, podríamos decir) a nuestra institución escolar, desde la consideración que la norma haga de nuestra estructura escolar, a la Ley General que se prepara. Con la obra “la educación social en la escuela, un futuro por construir” (CCS,2019), tuve ocasión de abordar en toda su amplitud, el alcance que esta cuestión puede tener en el marco educativo actual. Y en  el último Congreso Nacional de la Educación Social celebrado en Sevilla, en el cual participaste de manera muy activa  y efectiva, me consta, quedó patente la necesidad que tiene nuestra Escuela de imprimir como digo, un carácter verdaderamente social al sistema educativo, el cual nos permitirá como sociedad, abordar uno de los problemas de mayor envergadura a los que nos hemos enfrentado es este siglo veintiuno: la globalización social, la ruptura de fronteras culturales y el éxodo de los pueblos (en este país no podemos ignorar este problema, puesto que hemos puesto nada menos que toda una generación a disposición del mismo) provocando una enorme culturización, de la que  no podemos quedar al margen. Los ríos de tinta que a diario inundan los medios de comunicación confirman su imperante necesidad. De ahí la importancia que tiene, que una norma legal de tan profundo calado como es la que está a punto de promulgarse, deba matizarse con su contribución al beneficio de sus ciudadanos, al menos en este tema, ofreciendo recursos eficaces para la socialización. Conferir ese carácter a la ley, supondría integrar de manera definitiva la figura profesional del educador social en el sistema escolar, poniendo en sus manos la responsabilidad de normalizar la convivencia y, con ello, ofrecer a la sociedad los recursos básicos para esa normalización de las relaciones cotidianas. Además, supondría un gran avance para el sistema educativo, del que nos beneficiaríamos todos. Generando las bases sobre las que construir una sociedad que progresa en la humanización de la convivencia Así, en un futuro será posible racionalizar las relaciones. Cosa de otro modo imposible, si se carece de medios para ello. Ahora es el momento.

La LOMLOE estaba llamada a dar ese paso. Integrar la Educación Social en la escuela, supondría imprimir en nuestra educación la mayor transformación real que tuviera desde que la LOE abriera paso, a finales del siglo, a la generalización de la enseñanza en todos los ámbitos y estructuras de nuestra sociedad. De ahí vuestro encomiable interés en darle continuidad con esta nueva regulación.

Estimado Alejandro, no estamos para perder más trenes. Y no quiero por ello, que pase también este de largo; por lo que apelo a la reflexión y el debate que pueden (aún estamos a tiempo de conseguirlo), racionalizar una norma que no tiene por qué nacer cojeando de una de sus patas. Porque el soporte moral del sistema es importante. Tu sabes mejor que nadie, que la educación no es más que enseñar a caminar y dotar de recursos para que ese “caminante”  que es el alumnado, pueda deambular con equilibrio, apoyándose firmemente en el soporte que le dan, básicamente las tres patas en las que se apoya: la solidez de una buena, rica y profunda formación; la armonía en su personalidad, pero también y ésta es la tercera pata, la estabilidad en sus relaciones, en la convivencia. Por eso,  el soporte social, pienso que  no puede ni debe faltar en una ley de este nivel, aunque sólo sea por el calado que tiene y por el enorme beneficio que puede llegar a producir, pues su repercusión es grande y las consecuencias, inmensurables.

La lectura en la escuela… reflexiones pedagógicas

>> ¿De qué hablamos cuando hablamos de lectura en la escuela?  <<

Artículo publicado en la Revista PLATERO,

nº 218, noviembre-diciembre 2018.

>> Descargar <<

2 de Octubre, Día Internacional de la Educación Social

Sabemos que, desde los años noventa, los Educadores Sociales vienen dedicando el día 2 de octubre, incluso confiriéndole carácter internacional, a darle mayor visibilidad a la profesión. Organizan actos de muy diverso tipo (son verdaderamente imaginativos), a lo largo de nuestra geografía. No fallan, asistiendo puntualmente a la cita. Por eso, los veremos este día, en nuestras calles, donde elevan su voz a la sociedad que les escucha (o al menos a esa parte de la sociedad que les quiere escuchar), convenidos como están de la contribución que supone para ella, su quehacer cotidiano.

La Educación Social es a una de esas titulaciones que han irrumpido en la posmodernidad de nuestras universidades, de un modo más bien sencillo (humilde, diríamos), silente, como si fuera una gran desconocida, que lo es; no tenemos más que preguntar en la calle, que la gente siempre reconoce desconocer el objeto de su trabajo.

Salvo que se haga referencia a sus obras. Porque esto sí que se sabe. Recuerden ustedes aquella referencia bíblica que decía: «por sus obras les conoceréis». Esta es una de esas profesiones que se conoce por su contribución a la sociedad del entorno. Todas las necesidades que seamos capaces de detectar, acaban apelando a su implicación, de modo que son únicamente educadores sociales quienes consiguen desembocar toda problemática en una efectiva integración.

Por su vocación, estos profesionales son así: les atrae y, les interesa, resolver los problemas de los demás, de manera efectiva. De ahí que se ocupen de educar, porque únicamente educando es como se cambian los esquemas de comportamiento social y se puede ofrecer un nuevo orden capaz de regular el necesario cambio.

Pero también por profesión, porque lejos de todo altruismo banal, se implican de modo directo a la transformación social, dejando en el empeño su vida. Son personas, comprometidamente entregadas, fieles a sus principios, convencidas de sus fines,… de ahí la constancia de su trabajo y la eficacia de la intervención.

De algún modo, todos, y señalo ese TODOS con mayúsculas para enfatizar el sentido absoluto del término, a lo largo de la vida nos hemos encontrado o vamos a necesitar la intervención profesional de algún Educador Social. Y sin saberlo aún, les quedaremos sumamente agradecidos. Bien sea porque tengamos algún familiar que haya sido atendido convenientemente en un geriátrico, para quien el estímulo sensorial y el desarrollo neuronal presenten cierta, urgente e imprecisa necesidad. O quizás, sea porque los tengamos de vecinos, en el barrio, planteando propuestas formativas regladas o no, eso no es lo importante, pero satisfaciendo las necesidades de educación de los adultos, liderando el movimiento social o atendiendo cualquiera de las necesidades que responda al compromiso de enriquecer a las personas, pues su ética profesional así les dicta. También están en los centros sanitarios. ¡Cómo no!, donde la familia, los pacientes o incluso los propios profesionales que les atienden, requieren una orientación que permita dignificar la situación y mejorar el contexto, aunque sólo sea porque en óptimas condiciones, el dolor se sobrelleva mejor. Incluso podamos encontrarlos, sin concederle mayor importancia, en la cotidianidad de las familias, donde su contribución resulta significativa cuando se trata de ofrecer atención a personas, o personitas, que presentan diversidad en su función social (discapacidad se decía antiguamente), bien por no ser tan potentes como se les exige, o porque su capacidad el entorno no se la reconoce; de cualquier modo, ese trabajo (tesón podríamos decir), por facilitar su integración resulta meritorio, pues ellos, sólo los que educan, son capaces de conseguir algo mejor: normalizarlos.

Así podríamos ir enumerando contextos de intervención, reales, perfectamente identificables en el entorno, en los cuales algún lector quizás pueda verse reflejado. No obstante, se trata de una nómina, que puede ser enriquecida con planteamientos que se refieran a una intervención general de la Educación Social. Actuaciones de las que la propia sociedad, de un modo absoluto, como estamento, se beneficia y aprovecha. Como por ejemplo cuando institucionaliza la atención a los mayores, a los menores, a los migrantes, a los excluidos, a los itinerantes, a cuantos dependientes de muy diverso género y condición conviven con nosotros, los ausentes, por su estatus de reclusión, o a los que no, porque se encuentran aislados, formando minorías o encarando carencias primigenias (por hambre o sed, incluso de cultura o desarrollo sostenible). Hay un largo etcétera de necesidades, tan largo como queramos, porque en esa condición de social que reza en su apellido, entra absolutamente todo. Y la miseria, sólo se corrige, educando a la sociedad. De ahí ese nombre de EDUCADORES que llevan estos profesionales, porque es a lo que se dedican, a educar socialmente.

Creemos que ya no se les puede pedir más. Por eso, la sociedad ha de plantearse con rigor, su importancia, la necesidad que tiene de contar permanentemente con su intervención y por ende, la obligación de satisfacerla brindando los medios necesarios. ¡Ay, Señor!, con los dineros hemos topado. Toda crisis, lo primero que damnifica, es a este sector. ¡Qué triste! ¿Les parece a ustedes lógico? Ahí lo dejo, saquen sus propias conclusiones. De momento, en este señalado día, yo les invito a sumarse a la iniciativa, y dedicar conmigo un sencillo y sincero homenaje a todos nuestros Educadores Sociales.

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>> Articulo publicado en la página de OPINIÓN, de  EL DIARIO MONTAÑÉS, día 02.10.2018, pág.30  >>> descargar

 

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La educación social en el ámbito sanitario

Recientemente, el Gobierno de Cantabria ha publicado la Orden SAN/62/2017 por la que se crea la categoría de “Técnico Medio-Educador Social” en el ámbito de las Instituciones Sanitarias del Servicio Cántabro de Salud (SCS). A la luz de este acontecimiento conviene plantearse una fundamentación teórica que justifique la presencia de estos profesionales en los ámbitos de Hospitalización y Atención Primaria del Sistema Nacional de Salud, y ofrecer algunas propuestas de acción que nos permitan ir abriendo el camino de la Educación Social en este ámbito, mejorando la oferta de servicios, promocionando la participación de los ciudadanos y favoreciendo la consecución de una mejor calidad de vida.

Rocío Gutiérrez Fernández y José Quintanal Díaz
Artículo publicado en el número 27 de la Revista de Educación Social
(julio-diciembre 2018) Págs. 251-273
Enlace y descarga en pdf

En recuerdo de un maestro… D. RAMÓN PÉREZ JUSTE

In memoriam…

El pasado 13 de enro de 2017 fallecía mi amigo y admirado profesor D. Ramón Pérez Juste. He de decir que para mí ha sido un auténtico lujo compartir con Ramón cátedra y aula. Él fue mi profesor en la asignatura de Métodos de Investigación que cursé en la Licenciatura de Educación. Como tal, le recuerdo, al igual que cuantos le conocimos, como un referente de lo que es el BUEN profesor. Luego, en la UNED, fuimos compañeros de Departamento y compañeros de asignatura. Precisamente Métodos de Investigación en el Grado de Pedagogía. De esos años, que compartimos en la Facultad, me quedó el referente de un BUENA persona. No se puede decir nada mejor de quien ya he convertido en un referente, en MI MAESTRO.

Os comparto aquí el programa que se emitió el día 31 de enero de 2017 en Radio 3, de Radio Nacional de España. Fue uno de los más entrañables podcast, de la serie EDUCACIÓN AL DÍA, que grabé en la UNED. Vaya con este programa, mi reconocimiento a la memoria de éste, MI AMIGO y MI MAESTRO.

EDUCACIÓN AL DÍA: Podcast. Radio 3

 

Importancia del ser social que todos llevamos dentro…

IMG_0352IMPORTANCIA DEL SER SOCIAL QUE LLEVAMOS DENTRO

Lección Inaugural del Curso Académico 2015-2016 en el Centro Asociado de la UNED en CantabriaImpartida el 16.10.2015 por D. José Quintanal Díaz

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Excelentísimas autoridades, civiles y académicas. Miembros del Consorcio. Queridos compañeros, tutores y personal de administración y servicios del Centro Asociado. Estimados alumnos, amigos todos.

Quisiera primeramente, agradecer al Centro Asociado de la UNED en Cantabria, en la persona de su director, la confianza que me otorga, al confiarme la lección inaugural de este curso 2015/2016. Ahora, permítanme, como no podía ser de otra manera, que comience, tomándome una doble licencia. Ya ven que, aprovechando el lenguaje del mus, empiezo con un órdago a la grande, tomándome no una sino dos licencias.

La primera es que, respetando el rigor que todo acto académico requiere, prescinda del boato y la magnificencia, tanto en el discurso, como en la expresión. Ésta, que es tierra que caracteriza a sus gentes por la cordialidad y la sencillez, consigue que hoy, aquí, con vosotros, me sienta literalmente, en casa. Por muchas razones. Una, muy importante, es corresponder a lo que he recibido de esta casa, que ha sido mucho. Hace unas décadas, era yo quien ocupaba esos bancos, en calidad de estudiante de esta Universidad, Y como fui uno de los muchos que nos hemos beneficiado de su carácter social, un matiz nada baladí también para el tema que voy a abordar, siempre mantuve un cierto vínculo emocional con la UNED. Como os digo, es motivo más que suficiente para que hoy me sienta entre vosotros, cómodo. Además, mi origen, igualmente sencillo, entre las montañas del Valle de Buelna, forjó en mí, ese carácter recio que sobre todo mis alumnos conocen bastante bien, pero de igual modo, imprimió un sentimiento, profundo, de arraigo a la tierruca. Vosotros sois testigos de que ésta es una cuestión fundamental en mi vida; lo mismo que en mi espíritu académico, pues me considero por encima de todo, comprometido con la cultura y con el desarrollo social de nuestra querida Cantabria. Me duelen sus cicatrices, lo mismo que brota en mi corazón el sentimiento de arraigo con todo lo que aquí sucede. De ahí que me haya concedido también la licencia de conferir un carácter más bien socioeducativo a esta lección inaugural que jjhe dado en titular: “Importancia del ser social que todos llevamos dentro”

Para hacer un planteamiento coherente de la problemática socioeducativa que vivimos actualmente, he de apoyarme necesariamente, en las fuentes documentales y en los datos de nuestra realidad contextual. Comenzaré por tomar referencia en la esencia de nuestra cultura occidental, que alberga la propia historia de la filosofía; un estudio elemental, de pronto destaca un hecho muy evidente: la persistencia histórica de la cuestión, pues desde la socrática mayéutica hasta la filosofía práctica de Habermas, siempre se ha constatado la necesidad que tiene el ser humano de ir por la vida en compañía. Sí, han oído ustedes bien, he dicho que no se puede estar sólo. Al igual que la base de la ciencia humana es que somos fundamentalmente agua, en nuestro lado humano, podríamos afirmar que somos seres sociales y, como tal, socializadores y socializados. Schopenhauer nos hablaba de miedo a la soledad, Baudelaire interpretaba su vida como el disfrute de los demás, Hobbes insistía en lo pesada que resulta la carga de la sociabilidad, Kant pensaba que la acción social es el medio a través del cual se realiza el fin último y perfecto de hombre… De un modo u otro, los grandes pensadores, han tenido clara esta idea de que nuestra vertiente más social, es la más importante para que el ser humano logre alcanzar un desarrollo pleno. Antes que todos ellos, lo había dicho bien claro y sin tantas florituras, Aristóteles, sentenciando que «el hombre es un ser social por naturaleza».

Pero con la misma claridad, hemos de reconocer que social, uno nace y… se hace. La convivencia se forja en la relación, en el día a día y se aprende a convivir de un modo inteligente. Es más, somos capaces hasta de disfrutar en la relación con los otros. Esto también nos diferencia de los animales, que conforman sus grupos de convivencia basados en criterios puramente objetivos, de jerarquía. Las personas, no. Cada uno somos capaces de construir nuestra propia estructura convivencial: yo elijo dónde, cómo y con quién vivo, y convivo, conformando en el grupo mi propio estilo de vida y de relación. Natorp, fue el primero en conferir un sentido social pedagógico al carácter social del ser humano. Este filósofo alemán, neokantiano, en los albores del siglo XX, apoyado en el pensamiento, tanto de Platón como de Pestalozzi, fue capaz de percibir el carácter social de la pedagogía, al interpretar el llamado «sociologismo pedagógico», según el cual, no se entiende el desarrollo humano al margen de la educación; y, de igual modo, nos demostró que ésta pierde todo su sentido cuando se desprende de su carácter social. Nos viene a decir que el hombre, el ser humano, en esencia, se perfecciona, en cuanto que forma parte y participa, socialmente de su entorno. Y yo he de darle la razón, porque mi vida, como estoy seguro que a todos ustedes también les sucede, no tiene ningún sentido, si no es por las experiencias que tengo cada día, con mi familia, con mis amigos, mis estudiantes y…   por supuesto, en mi UNED. Todos ellos son los que la llenan de contenido y dan sentido a cuanto hago, pienso, escribo y, hasta digo. Con todos, estoy convencido que sucede lo mismo, ya que cada uno con sus propios parámetros de referencia, es responsable de cuanto influye en su contexto de vida. No lo olviden, sobre todo lo que decía Aristóteles, que por naturaleza somos seres sociales y, necesitamos serlo. Quedémonos, de momento, con esta primera premisa de referencia, porque luego volveré sobre ella: somos seres sociales, responsables cada uno de nuestro propio contexto de vida.

Vayamos ahora con ese contexto en el que vivimos. ¿Saben ustedes cómo es? Desde luego que planteo una cuestión tan abierta, que la respuesta parece obvia. Así que lo matizaré un poco más. ¿Creen que la vida en nuestro contexto, esta vida que cada día construimos, presenta ese carácter eminentemente social, favorece la convivencia y la relación armónica entre todos nosotros? Alguno de mis estudiantes diría: defínenos «social», y define «convivencia», para que podamos responder a tu pregunta. Y no le faltará razón, al exigirme esa concreción, pues en esta cuestión es importante; lo haré y para ello no necesito más que acudir al diccionario. Particularmente me parecen conceptos bien claros, asumidos por todos, pero aún así, definámoslos, y hagámoslo sometidos a la norma académica: “convivir” se refiere a disfrutar la vida en compañía de otros, por lo que la convivencia resulta de hacer efectivo ese deleite que produce disfrutar de todos; eso es, de todos, de todos los que participan o les hacemos participar, de nuestra existencia. Por su parte, el término “social” no hace más que reforzar la idea de compañía, de compartir esa vida, contribuyendo al bienestar que todos, sin excepción, merecemos.

Permítanme que me enfunde de mi coherencia moral, para dudar que hoy día, se haga una interpretación honrada de estos términos. Es más, a lo largo de la historia tampoco la ha habido, pues se ha traicionado sistemáticamente en el ser humano su esencia social, en favor de una diferenciación cada vez más individualizadora. No resulta nada difícil demostrarlo; con leer la prensa cada día tenemos suficiente. ¿Creen ustedes que nos mostramos realmente solidarios? Bien fácil se lo pongo, cuando estos días todas las agencias de noticias nos invaden con majestuosas cifras que hacen ver la capacidad de acogimiento que cada lugar tiene, ante el drama y el dolor que viven algunos pueblos, errantes por el mundo mundial. Repito la pregunta: ¿se consideran ustedes, personas realmente solidarias? Hoy, aquí, en esta ciudad, en esta región, en nuestro país, en el viejo continente que habitamos, ¿se comparten y se viven en grupo los problemas de nuestros vecinos o amigos? Sigo dudándolo y mi cuestionamiento entronca directamente en el sentido humanista al que apelaba desde el inicio de su pontificado el propio Bergoglio, reclamándonos dar un sentido más solidario a nuestra convivencia: mirar al que vive a nuestro lado, estando atentos a lo que necesita. Comparto con él la convicción de que el Estado tiene la obligación de atenderlo. Y no olvidemos que el estado somos todos, todos nosotros, todos y cada uno de nosotros. No pensaba recurrir a los números en los que se cifra nuestra solidaridad, porque me parecen un escándalo, pero no me resisto: déjenme que les muestre uno, sólo un dato, uno, porque estoy seguro que les va a sorprender, como a mí. Cualquier buscador en internet nos permite conocer la dedicación que en sus presupuestos le otorgan a esta cuestión las distintas administraciones, nacionales, regionales o locales. ¿Saben qué parte de nuestros dineros se dedica a atender esas necesidades sociales? La ingeniería presupuestaria hace que los expertos manipulen las cifras con eficacia, ofreciéndonos resultados muy variables; tanto que esa dedicación llega a fluctuar entre el 0,5 y el 8%. ¿Qué quieren que les diga? Cualquiera de las dos cifras, me sonroja, porque tanto una como la otra, resultan ridículas. Sí, sobre todo si pretenden conferir identidad a frases tan grandilocuentes como las que utilizan algunos profesionales de la administración, explicándonos que ésta es su principal preocupación. ¿Ven por qué lo dudaba? En realidad, las cifras son un fiel reflejo de lo que nos rodea, así que no voy a insistir más en una situación que con este dato, queda debidamente dibujada y quizás avergüence alguna conciencia. Cuando el análisis de la realidad cotidiana presenta este cariz, uno piensa que estamos de algún modo traicionando la esencia de nuestro ser. De ahí que no sorprendan en absoluto estas situaciones de insensibilidad a las que parece que nos estamos acostumbrando. Pero de ellas dimana nuestra segunda premisa. ¿Recuerdan que la primera decía que “somos seres sociales, responsables de cuanto nos rodea”? Podemos ahora continuar diciendo que, esa responsabilidad parece pesarnos, ya que ante la cara más dura que nos presenta la convivencia, se mira a otro lado, consintiendo y potenciando una profunda brecha social.

No nos engañemos, que lo social,… ¿cómo se dice hoy?… no vende. Eso es, no vende. Al contrario compromete, pica y delata. Y lo social, lo tenemos aquí, al lado. Se refiere a lo más inmediato, a la carencia que muchos de nuestros congéneres, tienen de lo fundamental, o incluso imprescindible. Y tiene cara. La de algunas de esas personas que nos cruzamos en la calle, junto al portal o en el semáforo. Aunque estén ahí y pasen desapercibidos…. Son ellos. Tampoco resultará buena terapia el que nos justifiquemos. No es solución, no soluciona los problemas y tampoco consigue que se tranquilicen las conciencias. Porque están ahí y, como digo, tienen cara, de hombre o de mujer, de niño o anciano, de jóvenes y en algunos casos, seres queridos. Lo social, se viste con frecuencia con el traje de la necesidad, del hambre, el paro, la droga, el abandono, la pobreza, la miseria, el sectarismo, la violencia, el odio, el terrorismo, la xenofobia, el dolor, enfermedades, corruptelas, delincuencia, alcoholismo, hurtos, conflictos, racismo,… realidades que irrumpen desesperadamente, con riesgo, en nuestra vida. Realidades problemáticas, con las que sin querer, topamos a la hora de comer, durante el ocio, el paseo o en la cotidianidad de cualquier conversación. Se presentan de súbito y atentando la moralidad de todos nosotros. Porque los conocemos muy bien, porque están ahí, al lado, aunque no siempre sea cierto que las veamos o las queramos ver. Quiero decir, que llegamos a resultar completamente insensibles (o si no completamente, al menos un poco o bastante). Lo que sí es cierto, que las consecuencias son siempre graves, mucho: personas inadaptadas, aisladas o deslocalizadas (que es una forma moderna de referirse a quienes están obligados a sobrevivir, con el eje de sus vidas, desplazado), familias completamente desestructuradas, grupos marginados, guetos, lugares donde la vida se ha tornado tan difícil, que se devalúa constantemente, porque impera el dolor, el odio, el mal, porque se vive sin dignidad ni sentido, porque el único valor es el ahora y el aquí. Son realidades que, en quien las está sufriendo, generan miedo, estrés, pena, complejos, sumisión o rencor, y les provoca una herida que se hinca en el alma y raramente se cura. Pero, ¿y a nosotros? Estaría bien que al menos nos «moviera» (el corazón, quiero decir), que nos impeliera un poquito, porque no siempre es así.

No obstante, podemos estar tranquilos. Para ocuparse de este tema, la sociedad moderna ha profesionalizado la cuestión, inventando a los especialistas. Menos mal, pues la historia está plagada de ejemplos de abandono, oscurantismo, marginación, tabú, ostracismo o incluso ejecución, porque alguna vez los marginados también llegaron a sufrir esta forma de resolver su problema. Hoy, al menos, lo hemos oficializado, lo cual hemos de reconocer que no está mal, porque supone que al menos, estarán atendidos. Debidamente atendidos.

Eso sí, se lo aseguro: cuando alguno de estos problemas, se pone en manos de profesionales, se les atiende muy, pero que muy bien. A nivel institucional, se ha creado una gran variedad de organismos e instituciones, oficiales y no oficiales, nacionales y supranacionales, confesionales o laicas, todas altruistas, neutrales, serias, rigurosas. Son las llamadas ONG’s, (Organizaciones No Gubernamentales), Fundaciones, Institutos y Movimientos de toda orden y condición, que se ocupan del tema (¿o mejor, debiera decir del problema?); la cuestión es que lo hacen con eficacia, seriedad y rigor, lo que se traduce en “profesionalidad”. Y de igual modo, fruto precisamente de la necesidad, han surgido en todas ellas profesionales bien formados y debidamente especializados. Que son los que hoy se ocupan de atender estas cuestiones con la inmediatez que requieren. Hay de todo: Administradores que velan para conseguir que las instalaciones y los servicios resulten apropiados; trabajadores y educadores sociales que, ante la marginación se entregan atendiendo necesidades tanto personales como sociales, voluntarios que cubren con presteza las carencias que algunos de estos colectivos sufren: y también, un gran número de profesionales que, cada uno desde su área o especialidad, aporta la mezcla de conocimiento y acción que precisa la particularidad de cada caso. Todos suman, arrimando cada uno lo mejor que tiene, siempre con dedicación, entusiasmo y diligencia, sonriendo, dedicando su tiempo y, algunas veces incluso el de los suyos, sólo porque se les necesita, convencidos de estar siguiendo de la mano de los marginados, la senda de su vocación y de su convicción. Porque lo social, los problemas que presenta la brecha social, tienen una única solución, que se llama “solidaridad”. Y éstos profesionales que acabamos de significar, lo saben muy bien: son los únicos que encaran la problemática de frente, con convicción, sin miedo, seguros de lo eficaz que puede llegar a ser su intervención, directos por el único camino que lleva a «alguna parte». Sí, así es, lleva a la socialización, a disfrutar de los demás. Ahora toca lo más difícil que es convencernos a nosotros, convencernos a los demás.

Hagamos aquí un breve receso para dar corpus de identidad a esta nueva premisa que se incorpora a nuestra argumentación. Si las dos premisas precedentes indicaban que “nuestra naturaleza social nos hace a todos responsables de la brecha social”, ahora podemos afirmar con seguridad que la sociedad actual, ha profesionalizado la atención de esas necesidades de carácter social que se derivan de nuestra convivencia cotidiana. Y aunque todavía prolongue un poco el discurso, para completar la idea de pensamiento que quiero aportar, no quiero avanzar sin señalar que esto es lo más importante de cuanto yo les vaya a decir: “el lado social de nuestra vida, está en manos de los especialistas, profesionales de lo suyo”.

En el término “profesionales”, quiero eludir todo rasgo de individualidad, porque estoy convencido que la acción social requiere ser abordada en grupo. Es la única manera de conferir sentido holístico a la atención de las necesidades y hacer que la intervención resulte eficaz. Se trata de ser buenos profesionales, capaces de trabajar en equipo. Luego, del fondo de cada uno, cuando se implique de verdad, será preciso que emane lo mejor que lleve dentro. Y no todo será buena voluntad, porque “de buenas intenciones están los infiernos llenos”. Es importante que cada profesional tenga una sólida formación, lo más rica y completa y con el mayor acopio posible de experiencia. No extrañe pues, que las universidades estén ofreciendo propuestas con las que consolidar el bagaje inicial de estos profesionales. En la UNED, convencidos de esa necesidad, las Facultades de Derecho y Educación han sabido conferir un sentido integrador a una propuesta formativa novedosa, que permitirá a sus estudiantes cursar un Grado Combinado de Trabajo Social y Educación Social, precisamente para enriquecer la formación básica de ambas figuras profesionales, en torno a las cuales pivota la atención socioeducativa de la que venimos hablando. De este modo, estamos seguros que los profesionales que se formen, saldrán mucho mejor capacitados para dar ese enfoque global que requiere hoy en día la problemática social. Y esto es verdadera profesionalidad: saber, para saber hacer, solidez en la formación básica y experiencia en la vivencia personal de aquello que más les gusta a nuestros estudiantes: participar en la construcción de un mundo más humano, más social, aportar para que el llamado estado del bienestar, deje de ser una quimera y lo disfrutemos de verdad. Pero todos.

Sólo nos falta una última premisa para satisfacer con plenitud la esencia social de nuestro ser: el reconocimiento que la dedicación a lo social, debe tener de la sociedad en general. Un reconocimiento sincero, natural; al igual que sucede con otras profesiones, como pueda ser el caso de la sanidad o la educación, que a todos nos da tranquilidad saber que estamos en “buenas manos” atendidos por sus profesionales. En el plano social, para alcanzar el mismo nivel de convicción, se necesita una sensibilización generalizada de la función que desempeñan: son una pieza clave en el entramado social, cuya desestabilización podría resultar bastante problemática. Su importancia radica en su necesidad. Una necesidad que no nos inventamos, porque es una realidad. Los profesionales de la intervención socioeducativa ya están ahí, interviniendo, trabajando, educando, atendiendo la problemática social que es mucha y muy diversa. Pero les falta que nosotros les demos visibilidad. Esta es una cuestión de justicia. Se necesita valorar que su trabajo supone dedicación, dedicación por parte de los profesionales, pero también dedicación presupuestaria y dedicación personal, de cada uno de nosotros, acompañándolos, dignificando su trabajo como se merecen y reconociendo debidamente la tarea que a nosotros nos evitan. Que no es poca. Por eso termino apelando a vuestras conciencias, apelo al valor humano de nuestra vida. Porque en cierto modo, también cada uno de nosotros, hemos de sentirnos corresponsables de ella. Pues queramos o no, tarde o temprano, a todos nos va a tocar. Seguro. De momento, estemos tranquilos, que ellos ahí siguen, consecuentes con su vocación, trabajando para hacernos la vida un poco más solidaria y tranquila a la vez. Con esta convicción, el mañana, a mí, se me antoja aún más sereno, más gozoso; por eso concluyo asegurando que la entrega profesional, de cuantos desarrollan una labor social en nuestro entorno, conseguirá aflorar en todos nosotros, ese lado más humano y más solidario que llevamos dentro. Todos lo tenemos, no olvidemos que todos en esencia, somos eminentemente, seres sociales.

Muchas gracias.

Curso de Postgrado de la UNED

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Curso de Postgrado: LA ENSEÑANZA DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA: SU PROBLEMÁTICA Y NECESIDADES. Título propio de Especialización, expedido por la UNED.

Del 18 de enero 2016 al 31 de octubre 2016  .Captura de pantalla 2015-08-18 a las 12.43.38

http://www.quintanal.es/documentos/Diptico.pdf

Dinámica de Grupos: Dar vuelta a la sábana

Antecedentes:

El curso pasado realicé las prácticas profesionales III pertenecientes al grado de Educación Social de la Facultad de Educación en la UNED. En las mismas realizamos un diagnóstico de necesidades, en las cuales se detectaron entre otras, necesidades en habilidades sociales e inteligencia emocional. Con lo que le comuniqué la intencionalidad de llevar a cabo la actividad de “Dar la vuelta a la sábana”, ya que la consideraba factible para llevar a cabo con los destinarios de nuestras PP y tratando con ello de potenciar la cooperación entre el grupo. En el presente curso he realizado las PPIV, llevando a cabo la actividad anteriormente citada.

Tras la conversación mantenida al finalizar dicho curso, usted me indicó que le hiciese llegar la valoración de dicha actividad si finalmente la realizaba y su desarrollo. Siendo este el motivo por el que me pongo en contacto con usted.

Contextualización:

Siguiendo la Guía del Grado en Educación Social. Guía de la Materia: Prácticas Profesionales del Curso 2013/14, dicha actividad ha sido llevada a cabo en el área de atención a menores, centrada en el ámbito de centros residenciales para menores, concretamente en el contexto: Centro residencial “X”. Se trata de un recurso residencial del Área de Protección al Menor y Atención a la Familia del Consell de Mallorca.

El objetivo general del área de Menores y Familia del IMAS es, hacer efectiva en el territorio de Mallorca la protección jurídica y social a los menores en situación de desamparo o riesgo de desamparo, desarrollando las funciones que la ley orgánica 1/96 – de protección jurídica del menor, de modificación parcial del código civil y de la ley de enjuiciamiento civil – asigna a las entidades públicas competentes en materia de protección de menores. 

Destinatarios:

El centro residencial dispone de una capacidad de albergar un máximo de diez niños/as, con edades comprendidas entre los 3 y 12 años (aunque en la actualidad persisten dos menores de 13 y 14 años ambos con grado bajo de discapacidad cognitiva), todos ellos sujetos a medidas de protección de guardia y/o tutela, que a consecuencia de su problemática familiar se hace necesaria un recurso residencial a medio o largo plazo.

Dicho centro se encuentra ubicado en una barriada del extrarradio de la ciudad de Palma de Mallorca, es una zona residencial de clase media trabajadora. Con una buena infraestructura de servicios, cuenta con multitud de parques, servicios sanitarios, centros educativos y extraescolares al que acuden los usuarios del mismo.

Es una zona no marginada que permite un cierto anonimato que favorece una integración silenciosa que ayuda a construir la base de la futura relación con la comunidad, buscando la integración de los menores con los recursos existente.

Los menores residentes no participan conjuntamente en las tareas, se faltan al respeto en muchas ocasiones y algunos no quieren ni estar cerca de otros, ni hacer tareas conjuntas.

Temporalización:

La actividad se he llevado a cabo en una única sesión, con una duración superior a las dos horas.

Intencionalidad:

La misma ha partido en fomentar el desarrollo de la empatía (entre otras intervenciones) a través de nuestro proyecto de intervención. En el caso que nos ocupa se realizó anteriormente dos actividades sobre el concepto de empatía, identificando el concepto, significado, ejemplificando para con ello poder ser comprendido por los destinarios (menores con una media de nueve años de edad). Se utilizaron técnicas grupales de coloquios, visionado de la película: “Inteligencia emocional” y charla posterior para expresarse y obtener conclusiones sobre el concepto y tratando de dejarla interiorizada.

Una vez realizadas dichas intervenciones tratamos el concepto de cooperación, mediante la actividad “dar la vuelta a la sábana”, con el objetivo de que reconociese la utilidad y necesidad de la misma.

Desarrollo de la experiencia:

 – La ubicación para dicha actividad fue el salón del propio centro, se separaron los dos sofás de tres plazas dejando un espacio amplio en el centro de unos 6 m2.

Los materiales empleados fueron dos toallas de playa de tamaño de ducha, ambas con las mismas dimensiones (68 cm por 134 cm). Se eligieron las toallas por disponer claramente de la diferencia de color de una cara a la otra, para eliminar con ello la confusión que se podría dar con una sábana (siendo ambas caras del mismo color).

El motivo de elegir tamaña reducido en dichas toallas, fue la previsión de que no participasen todos los integrantes del centro, y siendo de tamaño reducido se les dificultaría la tarea.

Metodología, en el comienzo se solicitó la libre participación en un juego/tarea. No todos estuvieron dispuestos (era previsible).

A los participantes se les intento tratar en primer lugar el concepto de cooperación, al ver que no estaban por la labor y que empezaban a distorsionar se cambió rápidamente la metodología (tratando con ello de captar su atención para posteriormente centrarnos en el concepto). Se les indicó que otros niños de la familia y amigos habían intentado hacer esa misma tarea y que algunos no lo habían conseguido y que me gustaría ver lo bien que ellos lo podían hacer.

Al hacer mención a este hecho el resto de participantes, que inicialmente habían declinado realizar la tarea se mostraron interesados en hacerla.

Se les explicó las reglas, se crearían dos grupos al azar (cada uno de cuatro miembros). La toalla se extendería en el suelo con el dibujo visible y todos deberían estar encima de la misma e intentar dar la vuelta por completo a la toalla, sin que ningún miembro del grupo pusiera ninguna extremidad ni parte del cuerpo fuera de la toalla. No se dispondría de tiempo mínimo ni máximo, el primer equipo que incumpliese la norma de apoyarse fuera de la toalla, se pararía y se comenzaría de nuevo desde otra perspectiva. (Se les tuvo que explicar la palabra perspectiva, no soy partidaria de reducir el vocabulario en acciones en las que se les puede seguir formando, por ello cuando lo considero oportuno recurro a ampliar vocabulario y ellos deben de buscarlo en el diccionario, en todas las ocasiones que se ha realizado en el centro me ha dado buen resultado y no he encontrado grandes impedimentos en ese campo).

En el primer intento ambos grupos quedaron eliminados en menos de un minuto.

Posteriormente se les volvió a remarcar el concepto cooperación y trabajo en equipo, ahora sí que escucharon y participaron.

Se repitió la tarea y ambos equipos realizaron correctamente y sincronizados, trabajando en equipo y colaborando unos con otros, incluso en el momento en que el primer equipo terminó dio pautas/ayuda al otro para que pudiesen terminar con éxito. Quisieron realizar la tarea en dos ocasiones más.

Una vez termina, recogido el material y colocado el salón en su estado original seguimos tratando las ventajas del trabajo en equipo y colaborativo, aportando ideas y llegando a conclusiones, lo verdaderamente impactante fueron sus caras de alegría y disfrute sin chillidos ni reproches, uno de los menores que usa todo su tiempo libre para jugar a la PSP en esta ocasión participo activamente durante toda la jornada.

Opinión personal

Las pautas de talleres/tareas son necesarias como punto de partida, pero no podemos contemplarlas como algo cerrado y estático, si realmente queremos llevar a cabo la tarea/intervención, debemos de ser resolutivos y ágiles para modificar lo necesario para conseguir nuestros objetivos.

Vanesa Torrico García