Orgullo de nuestras letras

Cuando el pasado 17 de noviembre, en las Escuelas de Santa María de Cayón, se presentaba el libro coral “Mimbres de júbilo”, son muy diversas las circunstancias que se concitaron en este acto convocado por la Sociedad Cántabra de Escritores. Me gustaría que no se pasaran por alto, por lo cual, las comparto con ustedes.

En primer lugar, medio centenar de plumas confluían en la obra; medio centenar de miradas, orientándose a la conmemoración del año jubilar lebaniego. Unos jóvenes, otros menos jóvenes, hombres y mujeres, todos rezumando un inmenso amor por la palabra. Conformando un amplio grupo de escritores, muy nuestros cuyo plantel debiera despertar el orgullo de esta tierra.

De sobra conocida es nuestra tradición literaria, en un entorno que ha dado, a lo largo de la historia un amplio elenco de nombres, todos aupados al más alto escalafón de la literatura nacional. Pero hemos de reconocer no sólo ese primer frente de nombres consagrados, sino también la segunda línea de amantes de lo bello que esconde la palabra, que la practican en sus diversas modalidades la escritura, como es es caso de la publicación que cito, al igual que hacen a diario otros muchos colegas y amigos (no siempre afiliados), unos de modo aficionado, otros profesionalmente, incluso con el uso oral de la palabra. Todos los textos son válidos porque su uso siempre es un arte.

Anualmente se celebra en nuestra región el día de las letras de Cantabria (este año se celebró su XII edición, en Potes el domingo 19 de febrero, festividad del Santo Beato de Liébana, primer escritor cántabro documentado), donde se reconocen nuestras más ilustres plumas con la Estela de Oro, se recuperan algunas de nuestras mejores obras o, incluso se publica el Cuaderno de las Letras. Pero quizás no sea suficiente, para conseguir que la efeméride cale en el acervo popular. Y es una pena, porque mérito para ello, tenemos. Habrá que dar un paso al frente y popularizar tan vasta cultura.

Por todo ello, que en Cantabria tengamos una relación de escritores tan amplia, debe ser motivo de orgullo (y satisfacción, pues indica que el modelo cala profundo en la esencia de nuestra condición) y provoca hasta cierta vanidad. No entiendo que las escuelas y centros de enseñanza, no aprovechen este catálogo, para abrir las aulas a la palabra. El orgullo patrio, que cada uno debiera conocer y sentir, debiera traducirse en constantes actividades, programadas desde el afán popular por dinamizar el valor de su propia cultura. Tenemos autores suficientes para llevar a nuestros pequeños o incluso a los jóvenes la dulce candidez que nos aporta un poema, la gratificante imaginación del cuento, la cercana admiración que provoca la entrevista o la tenue intimidad que se encuentra en cada ensayo cuya erudición nos permite atisbar la belleza del pensamiento crítico.

Y termino animándoles a ustedes a participar igualmente, con su pensamiento y con su sentimiento. Lo bueno que tiene el arte, es que su sentido popular, está al alcance de cualquiera, de quien desee expresar el sentimiento. Si se hace de modo bello, resulta aún más gratificante. Y si como era el caso del libro coral que presentábamos esa lluviosa tarde de otoño, es en grupo, confluyendo edad, género u origen, aún resulta mucho más hermoso.

El bullying es un tema educativo y social

Estos días, venimos asistiendo con gran estupor, a casos de bulling, en los que algunos jóvenes, impelidos por la falta de criterio de algunos de sus compañeros de aula, acaban por canalizar con dolor propio y de sus familias, este problema.

El bullying existe. Siempre ha existido, nos dicen algunos puristas de la cuestión, pero igualmente es cierto que nunca había alcanzado tan altas cotas de sufrimiento como las que estamos observando estos días en nuestro entorno. Y no nos engañemos, que son muchos, muchos, muchos, los que sin derivar en soluciones drásticas para su vida, siguen cada día sufriendo estos casos de acoso. Vean ustedes las cifras oficiales que se dan al respecto y me permito aventurar que sería necesario multiplicarlas por algún dígito para mostrar la verdadera cara que tiene el problema.

En nuestras aulas, está alojado y con nuestros hijos convive. Sí con nuestros hijos. Unos porque lo sufren, otros porque son los ejecutores, pero también existe una amplia mayoría de jóvenes, que asisten con pasividad a situaciones en las que ven acosar a sus compañeros, respondiendo con indiferencia al problema. Y este es el verdadero problema. Desde luego quien lo sufre lo mismo que sus verdugos, requieren una intervención inmediata, que no puede retrasarse ni un minuto más. Está claro que las administraciones educativas, los centros, sus direcciones ejecutivas, los claustros, los educadores, deben intervenir de manera diligente para atajar el problema en su mayor magnitud. Pero también es cierto, que con medidas protocolarias no se soluciona la cuestión. Ni mucho menos.

La solución a tanto bullying, pasa indefectiblemente por abordar la cuestión desde una perspectiva educativa. Los educadores hemos de sentirnos responsables de lo que sucede en el aula. Y responsables, significa actuar, dar ejemplo de respeto al alumnado y exigir ese mismo respeto entre los compañeros de pupitre. Y si para conseguirlo es necesario mostrar una actitud radical y exigente, no debe temblarnos el pulso a la hora de actuar. Se nos exige acción, en virtud de nuestra condición de educadores. Va en el sueldo, como suele decirse. No podemos pasar ni un solo gesto de discriminación en el marco social del centro escolar. Ni uno.

Y de igual modo, las administraciones educativas han de sentirse responsables del tema. No se crean que con dictar protocolos de actuación se resuelve el problema. Ni mucho menos. Eso es únicamente curar la herida, poner un vendaje sin solucionar la causa. Por lo que se podrán producir muchas heridas más. Y eso es lo que nos está sucediendo: No se aborda la cuestión desde el punto de vista educativo. Veamos la realidad que nos asiste: ¿cuántas Comunidades Autónomas cuentan con un observatorio del acoso? Visiten la página web de su consejería… Visítenla y se darán cuenta de la importancia que se le está dando a este tema en la administración educativa de su comunidad.

No podemos mirar a otro lado, pretendiendo ignorar que el tema es educativo y como tal ha de ponerse en manos de los profesionales del ramo. Desde luego, que ya se ha demostrado cómo aquella persona que procede del mundo del derecho es capaz de gestionar la sanidad.  Pero ¿qué les voy a decir? Me siento más tranquilo cuando está en manos de los propios sanitarios. Y si son médicos, mejor, porque con la salud no se juega. En este caso, no vamos a negar que cuestiones sociales, como es el bullying, debieran estar en manos de los profesionales de lo social. Aquellos que desde la educación, son capaces de abordar la socialización del alumnado. No resulte extraño que ya en el año 2017 abogáramos por la integración del educador social en la Escuela. Y hacerlo del modo más efectivo posible, confiriéndole el estatus de educador. No participando como invitados en consejos que tienen un carácter más bien formativo, sino como verdaderos agentes, educacionales, capaces de desarrollar en los centros, programas eficaces de atención a la diversidad y de integración social del alumnado. Haciéndolo como lo que son: educadores especializados en lo social. Y en este punto, desde los colegios profesionales lo mismo que desde las administraciones educativas, debiéramos estar trabajando ya, para ello. De modo que mañana, o dentro de unos meses o el año que viene, estos jóvenes que se están escolarizando hoy, no lleguen a sufrir el tan temido y abominable bullying. ¿A qué esperamos?

J.Quintanal. Marzo´2023

Publicado por EL DIARIO MONTAÑÉS, el día 9 de marzo de 2023. Enlace:

Mi experiencia de abuelo…

Quizás, una de las experiencias más placenteras que podemos tener en la vida, sea ejercer de “abuelo”. Pero no el título ese que es posible llevar, muchas veces, con más peso que gloria (como le ocurría al personaje de la obra de Pérez Galdós), por aquello de que es un “oficio” que nos llega con una cierta edad. Sino aquel otro que se ejerce a base de horas de compañía, paseos interminables tirando del carrito o acompañando en el parque para empujar el columpio; vivencias que siempre acaban en una espera pacientemente contemplativa, para que Morfeo nos visite y deposite su efecto reparador, en el bebé, o en nosotros, o en ambos.

A mí me ha llegado la ocasión recientemente (hija, nunca te lo agradeceré suficientemente) y, como todos, orgulloso me siento de contar con ese premio. Me ofrece experiencias insospechadas: un beso limpio, cargado de gratitud, una caricia tenue, sostenida en el espacio y el tiempo, la mesura con que se desliza un peine por mi alborotada cabeza, una sonrisa de complicidad o el candor de la mirada que lo acompaña. No hay calificativos que puedan describir esos momentos robados a la intimidad.

Tuve la suerte de disfrutar de unos abuelos solícitos, que siempre acompañaron mis juegos, orientaron mis escapadas y limitaron algún que otro desliz. Me enseñaron muchas cosas, como sólo los abuelos son capaces de hacer. Y todas las conservo en el corazón de los recuerdos envueltas en una nostalgia, que ahora es capaz de aflorar cuando en mí, brota el deseo de replicar esas sensaciones y conseguir que mis nietas, lleguen a albergar en el suyo mi compañía, totalmente entregado, con enorme gratitud, como estoy haciendo.

No conozco a ningún abuelo que no exprese otro sentimiento, diferente a éste. Algunos dicen que, entrando en años y viéndose aproximar el periodo final de la existencia, se despiertan emociones que llevan a disfrutar un plus de cariño, que no es posible encontrar de otro modo. Y los pequeños creo que son capaces de percibirlo. Los nietos saben de antemano que, a ellos, todo se les perdona, todo se les justifica y hasta, en la mayor de las exigencias, el rigor se acompaña siempre con una dosis especial de dulzura, para que se pueda digerir con suavidad. Si tuviéramos que buscar un parangón en la alimentación, solamente el chocolate es capaz de despertar sensaciones tan placenteras, como el sentimiento que evoca la palabra abuelo.

Por eso me dispongo a disfrutarlo como nadie. Bueno sí, como otros muchos abuelos, que tienen la misma disposición que yo. Quiero leer, leer mucho con ellas; leer muchos cuentos y narrar muchas lecturas a mis “nietucas”. Y pienso hacerlo en el regazo, pues es el único lugar donde el sabor a chocolate caliente que tienen los cuentos se saborea como es debido. Ellas y yo, solos. Así es como más me gusta. Y quiero hacer muchas, muchas visitas al parque, sosteniéndoles la mano cuando desciendan por el tobogán, empujándolas para subir por la cuerda o poniendo cara de asombro como sólo el abuelo es capaz de poner, cuando las pequeñas culminan todas las presas del mini-rocódromo, como la mayor de las hazañas. Incluso seré capaz de alucinar, abordando algún que otro barco pirata y en su palo mayor, izarme para levantar el brazo con no poca algarabía, gritando: “¡adelante!”, con esa voz de complicidad que impele la voluntad de mis pequeñas a un abordaje que, por ficticio, sólo ellas y yo, sentimos tan real como lo es. Un auténtico retorno a aquellos momentos tan intensos que aún recuerdo de mi infancia.

Ahora la banda sonora de mi vida la ponen ellas. Han conseguido que cante y que baile. Y mira que lo hago no fatal, sino peor. Pero no me importa: a ellas les gusta y a mí también. Incluso, entonando composiciones que siempre me parecieron absurdas, ahora tintinean en mis oídos, como el mejor de los ritmos. ¡Qué sorpresas nos depara la vida!

Y parece tan importante todo esto que hacemos, que el calendario, se empeña cada veintiséis de julio, en señalar una efeméride que no es cierta, que es más bien una falacia. No existe un día del abuelo; lo son todos. Porque no es importante, es natural, lo que convierte todos, todos los días, todas las horas, todos los minutos, todas las vivencias, en la verdadera efeméride. Os lo digo yo que, como abuelo, estoy viviendo esta experiencia tan singular. Sí, singular, porque no hay otra igual. Ni siquiera las de los demás colegas, abuelos igual que yo. Para cada uno de nosotros, resulta únicamente singular la experiencia. Y eso es lo bueno que nos depara la vida. Brindarnos premios así, singulares, para ser capaces de retornar a una infancia recuperada, llenos de placer y satisfacción.

Publicación: Sociedad Cántabra de Escritores. Libro: Pluma de tintero. (2022) págs. 271-276. ISBN: 978-84-09-40554-1 (Descargar)

De nuevo, la escuela

Nos aproximamos a un nuevo curso escolar. Y, tras la experiencia que acabamos de pasar, con la pandemia, nuevos interrogantes surgen ante la incertidumbre de cómo podrá ser este nuevo curso. Los medios de comunicación van dando pautas de acción inmediata. Pero eso no es todo. O no puede serlo, puesto que, tras la puerta del centro escolar existe toda una vida (académica) que también tiene su importancia. A la cual, será necesario prestar atención. Por ello, me van a permitir ustedes, que dirija la reflexión en tres frentes concretos, que en mi opinión debieran focalizar nuestro interés ante la llegada de este nuevo curso.

Parece que ya hemos superado la contrariedad que nos supuso, en plena pandemia, abrir el aula a formas de comunicación interactiva. Las plataformas llegaron para quedarse y aún no tenemos claro de qué manera pretenden acomodarse. Además, si en pedagogía algo nos dejó claro tan traumática experiencia, fue conocer el papel fundamental que juegan los maestros o las maestras, como agentes motivadores de la curiosidad y el interés infantil. Incluso frente a la sobrevalorada tecnificación del aula, que en algunos casos incluso se ha apoderado de la vida escolar de manera exhaustiva, sin subsumir de ningún modo, la fundamentación didáctica de su incorporación. Tecnología, no es necesariamente sinónimo de calidad, ni de mejor formación, pues puede en algunos casos llegar a encubrirla o incluso, anularla. De ahí que su necesidad se haya cuestionado, en algunos contextos tras la puerta del centro escolar, basándose en el necesario y sustancial avance que metodológicamente, se está reclamando. Incluso hasta se han incorporado formas de trabajo revestidas del rimbombante título de “novedosas”, cuando se trata únicamente de cambiar el soporte a un estilo educativo tradicional. La tecnología puede enmascarar formas poco innovadoras de trabajar, que no serán capaces de responder a la mínima exigencia que puede llegarnos con la realidad que cada día se vive en el aula. El cambio ha de venir con un nuevo paradigma educativo, en el que la técnica juegue un papel importante, pero sometido al interés y a la acción pedagógica. Lo importante no será hacer las cosas bonitas, ni tampoco muy modernas, o muy lúdicas, por más que eso sea lo que guste o nos haga parecer actuales. Lo realmente importante, será conseguir que nuestros educandos consigan una solidez formativa y unos recursos potencialmente adecuados para alcanzar plenitud en su desarrollo social y personal. Los recursos, son eso, recursos, medios que contribuyan a ello. De ningún modo pueden ser el fin.

La segunda cuestión que tendremos que plantearnos ante la llegada del nuevo curso, tiene que ver con los movimientos sociales que se dan en torno a la cuestión educativa. Tenemos una nueva ley educativa en ciernes. Otra que, como las anteriores, se nos vislumbra depauperada. Y es una pena. Porque las ideas están sobreponiéndose a los sentimientos. Y en educación, eso no es bueno. El aula es un lugar de igualdad, donde todos caben. Porque, independientemente de la forma de pensar o afrontar la vida que tengamos cada uno, la diversidad siempre va a ser algo evidente. Entonces, ¿por qué empeñarse en imponernos al resto? ¿Tan difícil resulta buscar fórmulas para entenderse (comprenderse y aceptarse), o de consenso, como se dice ahora? Pues nada. Tenemos la reforma servida y, con ella, la disputa también.  La pena es que la divergencia aparezca en lo más esencial, en lo pedagógico: ¿qué tratamiento se le va a dar a las necesidades especiales? ¿Por qué se va a seguir relativizando la problemática convivencial? ¿Para cuando piensa la escuela integrar los especialistas en atender la educación social? ¿Servirá tanto esfuerzo para algo, o tendremos que seguir vagando, los próximos cursos, en este particular destierro? Vaya forma más tonta que tenemos de perder el tiempo. Y digo tonta, porque lo que perdemos es otra generación más, como si ya lleváramos pocas,… y nosotros mientras, dejando pasar el tiempo.

Por último, hemos de reconocer que lo que hace unos años nos parecía de inminente necesidad, el devenir histórico parece irlo apartando, cuando no debiera ser así. Me refiero a la formación de los profesionales de la enseñanza. Un modo de proceder que tiene muchos frentes abiertos. Pero ninguno cierra. O más bien se cierran en falso: programas de formación inicial que nos responden a las necesidades actuales de la escuela; una universidad, que no acaba de encontrar la forma de establecer un vínculo de relación directa con la vida escolar; un estilo de formación permanente basado en la moda del momento; un modelo de integración laboral (oposiciones) apoyado en criterios academicistas que nada tienen que ver con la realidad del aula; un máster que abre la puerta a la enseñanza que reciben nuestros adolescentes, sin ningún estilo metodológico, con un fundamento que no se parece en nada, a la siempre reconocida y valorada vocación; un modelo de carrera docente, aún por definir,…. Vamos que tenemos un cuerpo profesional en el que la pedagogía si no brilla por su ausencia, es porque la sustenta la buena voluntad y la entrega que demuestran muchos de los profesionales implicados. Pero nada más. Falta una base pedagógica y una estructura legal que lo arme y le confiera consistencia.

Y con estos mimbres, nos lanzamos a la búsqueda del nuevo curso. Apoyándonos en una tecnología que aún desconoce su función en el marco escolar, con una problemática social y normativa, que nos seguirá turbando el sueño, pues no se aborda en su esencia y, con unos profesionales, que se lanzan a la conquista de toda una generación, con la noble intención (y convicción) de hacerlo lo mejor que puedan, pero sin medios ni recursos para ello. Confiemos que salga bien. O al menos, lo mejor posible.

Publicado en el Diario ALERTA, 22 de Agosto 2021, página de OPINIÓN. Pincha aquí..

Carta abierta a Alejandro Tiana, Secretario de Estado de Educación

Con el respeto que me merece la figura que representas en el organigrama institucional del Ministerio y apelando al rigor pedagógico que sé que te caracteriza, pues en nuestra Facultad he tenido ocasión de comprobar el cariño que profesas a la Escuela y cuanto ella representa (la entrevista que tuve ocasión de hacerte para el podcast “educación al dia” de la UNED, me dejó un agradable aroma al “recuerdo infantil” machadiano, y también quedó clara tu auténtica vocación de maestro), permíteme que te dirija esta carta, al haber sido presentado ya el Anteproyecto de LOMLOE  y, de este modo, hacerte llegar un tema que me parece importante tener en cuenta, porque sé que en tu caso no caerá en saco roto; muy al contrario, lo tendrás al menos presente.

Se trata de conferir el ahora más que nunca, necesario carácter social (socializador, podríamos decir) a nuestra institución escolar, desde la consideración que la norma haga de nuestra estructura escolar, a la Ley General que se prepara. Con la obra “la educación social en la escuela, un futuro por construir” (CCS,2019), tuve ocasión de abordar en toda su amplitud, el alcance que esta cuestión puede tener en el marco educativo actual. Y en  el último Congreso Nacional de la Educación Social celebrado en Sevilla, en el cual participaste de manera muy activa  y efectiva, me consta, quedó patente la necesidad que tiene nuestra Escuela de imprimir como digo, un carácter verdaderamente social al sistema educativo, el cual nos permitirá como sociedad, abordar uno de los problemas de mayor envergadura a los que nos hemos enfrentado es este siglo veintiuno: la globalización social, la ruptura de fronteras culturales y el éxodo de los pueblos (en este país no podemos ignorar este problema, puesto que hemos puesto nada menos que toda una generación a disposición del mismo) provocando una enorme culturización, de la que  no podemos quedar al margen. Los ríos de tinta que a diario inundan los medios de comunicación confirman su imperante necesidad. De ahí la importancia que tiene, que una norma legal de tan profundo calado como es la que está a punto de promulgarse, deba matizarse con su contribución al beneficio de sus ciudadanos, al menos en este tema, ofreciendo recursos eficaces para la socialización. Conferir ese carácter a la ley, supondría integrar de manera definitiva la figura profesional del educador social en el sistema escolar, poniendo en sus manos la responsabilidad de normalizar la convivencia y, con ello, ofrecer a la sociedad los recursos básicos para esa normalización de las relaciones cotidianas. Además, supondría un gran avance para el sistema educativo, del que nos beneficiaríamos todos. Generando las bases sobre las que construir una sociedad que progresa en la humanización de la convivencia Así, en un futuro será posible racionalizar las relaciones. Cosa de otro modo imposible, si se carece de medios para ello. Ahora es el momento.

La LOMLOE estaba llamada a dar ese paso. Integrar la Educación Social en la escuela, supondría imprimir en nuestra educación la mayor transformación real que tuviera desde que la LOE abriera paso, a finales del siglo, a la generalización de la enseñanza en todos los ámbitos y estructuras de nuestra sociedad. De ahí vuestro encomiable interés en darle continuidad con esta nueva regulación.

Estimado Alejandro, no estamos para perder más trenes. Y no quiero por ello, que pase también este de largo; por lo que apelo a la reflexión y el debate que pueden (aún estamos a tiempo de conseguirlo), racionalizar una norma que no tiene por qué nacer cojeando de una de sus patas. Porque el soporte moral del sistema es importante. Tu sabes mejor que nadie, que la educación no es más que enseñar a caminar y dotar de recursos para que ese “caminante”  que es el alumnado, pueda deambular con equilibrio, apoyándose firmemente en el soporte que le dan, básicamente las tres patas en las que se apoya: la solidez de una buena, rica y profunda formación; la armonía en su personalidad, pero también y ésta es la tercera pata, la estabilidad en sus relaciones, en la convivencia. Por eso,  el soporte social, pienso que  no puede ni debe faltar en una ley de este nivel, aunque sólo sea por el calado que tiene y por el enorme beneficio que puede llegar a producir, pues su repercusión es grande y las consecuencias, inmensurables.

Miradas a la realidad social

MIRADAS A LA REALIDAD SOCIAL

Estas páginas presentan doce miradas a la realidad social, una muestra del compromiso de tantas personas, que trabajan día a día por transformar y humanizar la sociedad, explicándonos con humildad y sencillez, cómo es ese trabajo que llevan a cabo en la cotidianidad de su realidad, desde el compromiso socioeducativo que les mueve.

Somos conscientes de que los ámbitos elegidos, no abarcan la totalidad de los campos en los que se trabaja por dignificar la vida social de nuestro entorno, pero sí son representativos de lo que hoy supone esa acción social.

Son ámbitos en los que los profesionales, trabajadores sociales, educadores sociales, sociólogos, integradores sociales, psicólogos, pedagogos…, contribuyen notablemente, para conseguir que la vida cotidiana de la sociedad actual, resulte cada vez un poco más digna.

Los testimonios aquí recogidos, serán un referente de interés, para el profesional del sector, que podrá enriquecer su conocimiento desde las diferentes miradas; para el estudiante, que se encontrará con referentes precisos de la actividad cotidiana en cada uno de estos campos de intervención; y para quien quiera acercarse a estos ámbitos, con el fin de conocer la eficacia de su actuación y cómo se trabaja en cada uno de ellos.

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Quintanal. J. y Goig, R.M. (2020). Miradas a las realidad social. Transformar y humanizar desde el compromiso. Madrid: Editorial CCS.

Vivir de otro modo…

Por más que nos lo repiten, la realidad parece ser otra. Nos sentimos trasladados en el tiempo: teletransportados dicen, a otro mundo. El covid-19 (un nombre muy científico) ha entrado en nuestras vidas y, como un vendaval, lo ha puesto literalmente patas arriba. Todo. Todo.

Quiero fijarme en aquella cuestión que siempre me ha interesado, por lo que no quiero que esta hecatombe distraiga de ningún modo mi pensamiento pedagógico. La pedagogía que cada uno hacemos y practicamos en la convivencia cotidiana. También en tiempos de “locura”, como este que nos está tocando vivir; ahora, la pedagogía, funciona y reacciona. Fíjense hasta qué extremo, que incluso el gobierno ha querido hacer pedagogía. Pues nosotros, que lo tenemos más, fácil, ¿por qué no?

Estos días, hemos asistido a una realidad más real que virtual. Ha sido una semana espectacular: los niños en casa, los estudiantes en casa, los padres en casa, todos en casa. Trabajando más que nunca. Más activos sin saber el por qué. Pareciera que nos hayamos vuelto locos, o quizás sea que la actividad resulte el mejor antídoto ante la dispersión y el desconcierto que nos invade.

Teletrabajo ha sido la palabrita mágica. Hemos trasladado toda nuestra vida a la red, a la nube. Y eso no puede ser así. Yo creo que no está bien. Normalidad no puede ser caos. Ni el caos puede librarnos de la hecatombe vivida. Veamos a nuestros peques. ¡Cuánto hemos dicho aquello de “me gustaría tener tiempo para jugar con ellos”! Bien, pues el primer resquicio de tiempo que nos asoma, además ilimitado, por decreto ley, nos ha hecho inventar el teletrabajo, para tener a todo el mundo ocupado. A los niños atareados y, a los demás, padres, maestros, entorno en general, justificados y tranquilos. Si los niños están activos, yo estoy tranquilo. No, eso no puede ser.

No se nos ha ocurrido plantearnos redescubrir el ocio, minimizar la actividad y maximizar el deleite. Y pasando por el siempre socorrido “jugar juntos”, reformular el “juntos” en multitud de facetas de la vida cotidiana. Me consta cómo hay gente que se está inmiscuyendo en la cocina, para entretener su tiempo juntos, entre cacerolas y cacharros. O quienes, tirando de imaginación, pintan, colorean, bailan, danzan, tocan, cacharrean y descubren el ritmo de sus vidas. ¿por qué no? No necesariamente hemos de proyectar en una programación la cotidianeidad de nuestro dislate. Dejemos que los niños vivan y, con ellos, sus papás, la familia y … hasta las mascotas. ¿Qué hay tiempo para todo, como señalan los más visionarios? Pues efectivamente, como hay tiempo para todo, hagamos todo. Lo malo es cuando ese “todo” carece de contenido y no se sabe qué esconde.

Así que yo les invito a descubrirse, a redescubrirse, a redescubrir la familia, a redescubrir las relaciones, a tener contacto (por mucho que los expertos en el “coronavirus” ese, nos digan lo contrario), entre nosotros, a conocernos unos a otros, a conocer a nuestros pequeños, a aprender de nuestros mayores, incluso a encontrarnos a nosotros mismos y, lo que es más importante, a vivir, vivir y vivir. Cada momento con la intensidad que ese bichito no puede ni debe quitarnos. La vida de verdad. La nuestra. Ánimo.

La Educación Social en la escuela

Quintanal Díaz, J. (2018). La Educación Social en la escuela: un futuro por construir. Madrid: CCS. 154 páginas.

Nuestro país ha vivido en las últimas décadas tantos cambios en el sistema educativo que, más que renovación, parece hemos agotado las posibilidades de mejora y de cambio que los partidos políticos proyectan en sus programas electorales.

Por eso, autores como el que nos ocupa, proponen un análisis del sistema educativo, de su estructura anquilosada y mastodóntica, para regenerar una escuela anclada en un modelo obsoleto y que precisa de transformaciones desde las posibilidades reales, no desde los ideales políticos.

El libro desarrolla su contenido en siete capítulos. En ellos se describe una realidad compleja, el de la Educación Social, cuyo colectivo de profesionales no acaba de implantar su rol en la educación formal como debiera, y como un sistema educativo moderno demanda.

La práctica profesional del educador social ha de ser integrada en la escuela con un peso específico mucho mayor del que posee, alejándose de las políticas de organización de las instituciones escolares y buscando referentes en la diversificación profesional de los propios agentes educadores, de la creciente especialización, pero también en ámbitos de actuación sobre los contextos familiares, donde a veces el profesor tutor no llega, desvirtuando así el carácter formativo que ha de ejercerse en determinados núcleos familiares. Es la idea principal del primer capítulo “Es hora de integrar la Educación Social en la escuela”. Es necesario apostar por una figura donde no prime en exclusividad lo instructivo, confiriendo un matiz social, para que cuestiones que preocupan en la escuela (acoso escolar, integración de minorías, etc.) sean abordadas por estos profesionales y no por otros.

El segundo capítulo, “La función social de la educación”, comienza con una declaración de intenciones cuando se refiere a la Educación Social como un reto para la escuela. Analiza el marco contextual y conceptual donde se ha trabajado sobre la incorporación del educador social a la escuela, como corresponsable con la sociedad y agente implicado en esa función social. Para ello se enuncian dos principios básicos. Un primer principio fundamentado en la necesaria integración real, activa y efectiva en la vida escolar. Un segundo principio, el de la socialización plena: ya no educa el sujeto ni se educa al sujeto. La educación hoy se hace más desde el grupo y para el grupo. Por último plantea la respuesta desde el campo social a las necesidades que tiene la escuela, propuestas contrastadas por profesionales de la educación de largo recorrido y dilatada experiencia en este ámbito de la Educación Social.

El tercer capítulo, “La Educación Social en la enseñanza”, esboza una cuestión primordial: es el propio sistema educativo quien no se ha cuestionado con rigurosidad integrar en el programa escolar este desarrollo social que propugna el autor. Se discute sobre la composición de los equipos docentes, fórmulas nuevas que permitan integrar a otros profesionales, como son los educadores sociales. La propuesta pedagógica para esta integración es la génesis de un Plan Social de Centro, de responsabilidad de este profesional aglutinado al equipo docente, y cuyo contenido se desarrolla en tres funciones primordiales: educadora, relacional (convivencia) y comunitaria (social). Para aplicar estos cambios se requiere de una filosofía de trabajo colaborativo, de una nueva cultura escolar con preponderancia de lo social y, sobre todo, de una escuela regeneradora como agente social

El capítulo cuarto “La normativa social en la enseñanza” argumenta sobre la tradición literaria de plantear una función social de la enseñanza como elemento complementario, posicionamiento totalmente contrario al que propone el autor. Realiza un recorrido histórico, que se remonta a la Ley Moyano de 1857, para encontrar un referente válido de su enfoque, con un punto de inflexión en la Institución Libre de Enseñanza, en el periodo que va desde 1876 hasta 1936, y llegar a 1970 con la Ley General de Educación que apostaba por el principio de integración social. El autor hace un recorrido por distintas leyes educativas (LODE, LOGSE, LOE, entre otras) describiendo los logros y la evolución de esta socialización de la enseñanza en la legislación educativa española. En 1991 aparece como titulación universitaria e identificándose como enseñanza no formal y vinculada a la acción socioeducativa.

No ignora el autor que las competencias en materia educativa están en manos de las Comunidades Autónomas, por lo que para evitar el sesgo informativo, repasa con exhaustividad los logros normativos alcanzados en estos territorios.

Por último, se encomienda a una visión de la literatura especializada, citando a numerosos autores que en las últimas décadas se han ocupado y preocupado por la temática en cuestión.

El quinto capítulo, “Proceso a seguir en la integración del educador social en el sistema escolar”, centra la importancia del reconocimiento desde la literatura especializada a esta figura profesional para su inserción es la estructura del sistema educativo. Pero es preocupante la ausencia de la escuela como ámbito de desarrollo profesional en los “Documentos Profesionalizadores” de 2007, en línea con la propuesta del plan de estudios de 1991 de la diplomatura, donde se confería un papel socioeducativo. Después, bien es cierto, bastantes publicaciones han reivindicado y justificado la presencia de este profesional en los centros escolares y en las distintas etapas educativas. Así se constata en la actualidad, donde la presencia se asume en el desarrollo de programas educativos que inciden directamente en la convivencia escolar, pero que lastran la integración en el programa escolar reglamentario. El acceso al cuerpo docente, regulado desde 2007 por Real Decreto, también se presta a confusión, como explica el autor desde la normativa aprobada.

Por último, aborda los planes de estudio universitarios para demostrar que no existe una carencia formativa de estos estudiantes, futuros profesionales de la Educación Social, en cuanto a materias relacionadas directamente con el ámbito educativo, léase Didáctica General, Teoría de la Educación, Psicología del Aprendizaje o Sociología del Aprendizaje. También se hace referencia a las competencias establecidas para el título, donde se analiza pormenorizadamente las tres funciones aludidas en el capítulo 3: educadora, relacional o de convivencia y comunitaria.

El sexto capítulo, “Integración escolar de la Educación Social: un programa de actuación”, precisa cómo debe ser esta integración: ser uno más en el esquema educativo de la estructura pedagógica. Y además la determina a que sea una acción sistemática, de soporte, mediación y transferencia que favorece el desarrollo de la sociabilidad del sujeto a lo largo de toda la vida. Propone un cambio necesario del modelo educativo, donde además de los pilares tradicionales, formativo y de desarrollo personal del sujeto, se añada un tercero: la socialización del alumnado. Este modelo que propone el autor responde a unos principios fundamentales, como lo son profesionalizar la enseñanza, enriquecer los procesos, socializar la convivencia y mejorar el potencial del alumnado.

El último capítulo, bajo el título “Una apuesta de futuro”, incide en este momento del cambio que describe un nuevo panorama, tanto en la sociedad como en la escuela, donde lo social es la materia pendiente, por lo que ha de incorporarse a la formación de los futuros maestros, para conseguir efectividad y realismo educativo. Propone, finalmente, socializar la escuela con un currículo adaptado a cada contexto. También modificar el modelo educativo a los tiempos actuales, con la globalización primando por encima de otros intereses. Esto supone enriquecer la figura educadora, incorporando elementos socializadores a su desarrollo y desempeño profesional. Por último, apuesta por optimizar procesos en esos nuevos escenarios en donde nos movemos.

Animamos a la lectura de este libro, con un argumentario científico y riguroso de una figura que ha de tomar mayor preponderancia en el ámbito educativo, no ya como apuesta de futuro, sino de hoy.

Juan Carlos Sánchez HueteDoctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. C.E.S. Don Bosco (adscrito a la UCM) jcshuete@cesdonbosco.com

La realidad del «no retorno»

Dicho así, con gran aparatosidad publicitaria, cualquiera que lea la noticia, puede interpretar que toda una generación que hace una década iniciara el éxodo para buscar el trabajo y la esperanza que en la región se les negaba, vayan a volver, como si ahora nos hubiéramos transformado en su nueva tierra prometida. Nada más lejos de la realidad. Veamos cuáles pueden ser las causas y los efectos de la medida que nos han anunciado.

Con gran algarabía, y mucho efecto, sobre todo periodístico, nuestros gobiernos, quizás movidos por buscar noticias de mayor efecto en la población en un momento como éste, anuncian un plan que facilite el retorno de nuestros jóvenes emigrantes, a la región. Son cerca de 45000, los emigrantes censados, pero la medida alcanzará, en la más optimista de las previsiones, a un millar de ellos, aunque en la web «volvemos.org» sólo tienen registrados menos de ciento cincuenta. Será que no da el dinero para más. Quizás sea necesaria también una mínima reflexión sobre el tema, aunque sólo sea por respeto a las muchas emociones que una medida de este tipo, despertará en una gran cantidad de hogares en la región.

¿Causas? Siempre se han situado en la crisis económica que vivió este país a partir de 2008. Un argumento de fácil justificación que en realidad oculta su verdadero origen: estos jóvenes hacían la maleta, totalmente desilusionados por una sociedad que les daba la espalda e ignoraba por completo el esfuerzo que habían hecho los años precedentes, contra corriente, para alcanzar una notable formación que su entorno no supo ni por lo más remoto valorar. ¿Se fueron? Claro, no se les ofrecía ninguna alternativa; ¿dónde? en esencia iban buscándose la vida, hasta llegar a aquellos destinos donde sencillamente les valoraron y los reconocieron con un sueldo y un entorno digno en el que vivir. Traducido, se trata sencillamente de rememorar unos años bastante problemáticos, en los que la crisis iba minando los hogares, con el vacío que se le estaba haciendo a esa juventud llamada a tomar un testigo, que no tuvieron. Unos políticos, los mismos que ahora enarbolan la bandera del retorno, que les abandonaron impunemente, sin saber aplicar una política de efectiva prevención, ni apoyaron en absoluto, la necesidad de gestar el necesario tejido socioeconómico que hubiera evitado la huida masiva que tuvimos que sufrir. Todo por su inoperancia.

Hoy, como digo, se enarbola el reconocimiento entonces negado. ¿Cómo? Leo con sorpresa la noticia, que además de dar por hecho el interés de estos jóvenes por volver, nada dice de las condiciones a las que somete el retorno. Me parece una forma de jugar nuevamente con las ilusiones, esta vez de sus familias, que son las únicas que sufren la distancia. Les invito simplemente a visitar el aeropuerto cualquier día que haya un vuelo hacia europa. Podrán comprobar la magnitud de ese éxodo. Y el poco interés de nuestros hijos, por volver. ¿Qué les ofrecen, que no sea lo que ya tienen? Marcharon en busca de una vida mejor, más digna. ¿Volverán? Si el único motivo es reunirse con sus familias que permanecen aquí, es algo que ya tienen. Porque el reencuentro tiene lugar cada trimestre, cada semestre o cada año. Unos vienen otros vamos, pero nos juntamos, que es lo que nos preocupa. La familia es el único estamento que no les ha dado la espalda. Siempre ha estado ahí.

¿El retorno les ofrece una vida igual de digna que la que ya (a base de mucho esfuerzo), se han construido allí fuera? Han enraizado en otro lugar, han conocido nuevas empresas, han creado familias, han hecho nuevos amigos y con ellos formado lazos de relación y convivencia, han aprendido a vivir con un nivel, social, cultural, económico, lingüístico y familiar, que ahora dudo que estén dispuestos a romper de nuevo, para volver a sus orígenes. ¿Dónde están sus círculos de amigos, aquellos que dejaron al marchar, después de una década? ¿Tienen que volver a empezar desde cero, otra vez? ¿Qué empresas les esperan aquí? La política vivida estos años no ha alcanzado ni con mucho el nivel socioeconómico con el que ahora viven. ¿Venir para qué? ¿Estamos en condiciones de ofrecer un retorno que ofrezca continuidad a la vida que con tanto esfuerzo han alcanzado a vivir? Desde luego, medidas de este tipo, debieran superar informes sociológicos, para profundizar en la realidad cotidiana. Y desde la convicción de compensar lo que en el momento de su marcha se les negó, al menos eso, sepamos que si no va a ser en esas condiciones, no volverán. A cambio se nada, no. Al menos, iguálamelo, dirán. Y con razón. Mal que les pese a nuestros dirigentes de turno. Pónganse ustedes a trabajar, a cambiar la faz de esta región, que sencillamente, cuando se parezca a lo que hay por europa, ellos mismos, decidirán volver. Porque les interesará formar parte de una sociedad, que  vivirá con perspectiva de futuro. Mientras, dejen ustedes de vender humo.

La lectura en la escuela… reflexiones pedagógicas

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Artículo publicado en la Revista PLATERO,

nº 218, noviembre-diciembre 2018.

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