Archive for octubre, 2012

Educación al día: Centro MANES de investigación educativa

Entrevista con la Directora del Cntro MANES de Investigación educativa.
Este centro que tiene como objetivo principal la investigación de los manuales escolares producidos en España, Portugal y América Latina durante los siglos XIX y XX. El proyecto tiene dos vertientes, una de carácter instrumental (histórico-documental), fruto de la cual es también la Biblioteca Manes, y otra investigadora.
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Educación al día: Facultad de Educación de la UNED

Podcast divulgativo de la Facultad  de Educación de la UNED. Conocemos la Facultad Facultad de Educación de la UNED, de la mano de su Decano.
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Tecnología al servicio de la educación, una experiencia en la UNED

UNED - Radio 3“La tecnología al servicio de la educación, una experiencia desde la UNED”. De la mano de la profesora Enriqueta de Lara realizamos un recorrido por la trayectoria que ha tenido la UNED  en el uso de la informática y de los medios técnicos como soporte metodológico de la educación.
Programa emitido por Radio 3 de Radio Nacional de España, el día 21 de octubre de 2012.
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Ortografía

En el marco de este compromiso que he adoptado con la cultura, me parece obligado hacer una breve reflexión sobre la continua afrenta que está sufriendo, en la sociedad actual, nuestra ORTOGRAFÍA. Y permítaseme referirme a ella de este modo, con mayúsculas, pues creo, con total convicción, que no merece un tratamiento inferior.
La ortografía vemos cómo está resultando vituperada en la cotidianidad de nuestra vida, y lo que aún es peor, ignorada por cuantos estamentos, organismos, personajes y medios, se atribuyen al mismo tiempo, la condición de garantes del lenguaje y del buen decir. Su propia hipocresía les arropa. La cosa es que al final, nadie parece salir en su defensa y quien lo hace, sabe a lo que se arriesga.
El artículo lo ilustro con una pequeña muestra que ejemplifica esta ignominia. Son fotografías que se han captado con espontaneidad, registrando la escena en el mismo marco en el que apareció. Así como lo encontramos, de un modo natural. Lo mismo fijado con spray sobre una pared, que en la tela de la pancarta, el papel de la ilustración o el grafeno que tanta modernidad le confiere hoy a la comunicación. Toda. Esta diversidad contribuye a enriquecer el argumento, nuestra teoría, nunca intuición aunque sí convicción, de que el error, el escarnio, tiene lugar en cualquier momento, en cualquier sitio y que, además, parece dar igual. A nadie inquieta. Un sencillo “se entiende lo que dice”, nos lo justifica, y para nada evita que se afee desmedidamente la situación. Cuidar la ortografía, parece ir asociado al sentido de la corrección, la bondad, lo adecuado y perfecto. No está buen visto, resulta hasta retrógrado. El esnobismo gusta más, parece hasta ingenioso. Cuando no debiera se así. Preferiríamos que se normalizara el rigor ortográfico, de modo que París no perdiera el apéndice prosódico, para seguir siendo una ciudad con encanto, o que tuviéramos bien claro que palabras como ola, vaca o mamá, resultan bien distintas cuando se le cambia o añade alguna letra. Son tantos los vocablos que pueblan la frontera de la corrección, que la desafección alcanza casi a la totalidad de nuestro vocabulario. Por eso, nos permitimos decir, convencidos, que nuestro idioma es tan rico…  y tan frágil… precisa cuidado, intervención, mimo.
Es necesario que todos y cada uno de nosotros, asumamos el compromiso de respetarlo, si no queremos depauperarlo, o perderlo. Y del único modo que se puede preservar es conociéndolo, amándolo. En su plenitud, con brillantez. Y por supuesto, erradicar esas retahílas infundadas, que lo depauperan: las mayúsculas no se acentúan, la puntuación no es importante, las reglas están para saltárselas,… Tanta banalización, flaco favor le hace a nuestra lengua. Y a quien lo practica. Y a nosotros mismos, porque todos perdemos, afeando la calidad del lenguaje.
Octubre-2012

Volando en tren (AVE)

Mira por dónde, hoy me siento con ganas de iniciar este «diario» que lleva largo tiempo rondando mi cabeza, con la sana intención de poner un poco de crítica en alguna de las reflexiones que cotidianamente me aporta la rutina de la vida. Y lo hago dede el tren;  me gusta hacerlo aquí, entre otras muchas razones por las placenteras sensaciones que me evoca este medio de transporte.
La crítica, claro, marcada por el cariño del afecto que ya he señalado, corresponde a lo complejo que me resulta encontrar en él, perdido por los vagones, en sus gentes, o amasada en la reducida vida que emana, un poco, o un mínimo de «cultura».
Esa cultura, que yo concibo como una forma de deleitar la vida, me cuesta hoy encontrarla aquí, en el tren. Pienso que o no sabemos, los españoles, o no queremos enterarnos. Un medio de transporte, ha de ir mucho más lejos de lo que suponga una mera transposición espacio-temporal de los pasajeros, esos, a los que por efecto de la modernidad, nuestra querida RedNacional de Ferrocarriles ha transformado en clientes (llega a ofrecer un servicio de atención específico para ellos). Yo creía que el medio era capaz de dignificar el viaje y con él todo deleite comunicativo, relacional y hasta emocional. Pues no, debo estar confundido, porque hoy día, el concebido, vendido y publicitado como «moderno» AVE, ese que es capaz de llevarte a velocidad de vértigo, pierde en la esencia de sus vagones, toda relación con el ocio, la cultura e incluso la educación.
Me encuentro, como digo, ahora en él. Viajo, y escribo (evidente) y «degusto» ese aperitivoque ellos, correspondiendo al recargo que lleva implícito mi billete, me ofrecen: un café (de cuya calidad no me atrevo a hablar y que en el segundo sorbo me arrepiento de haber pedido pues, por venir sin plato y con cuchara de plástico, (¡qué minimalista!, efecto de la propia modernidad), el ajuar, en estos momentos está sorteándolo mi tablet, pues lo persigue, literalmente, por la mesita (del mismo minimalismo).
Para facilitar la reflexión, distraigo el pensamiento por el monitor, donde una amable señorita con voz de sonrisa, nos ha anunciado como alternativa, una atractiva programación: un reportaje de actualidad y una película. El primero versa sobre el mundo de la bicicleta (luego resultó ser algo rancio, pues incluso las mountainbikes esas que hay ahora, el guionista las desconocía). En cierto modo, el reportaje despertó mi añoranza (hacía mucho que no me enfrentaba al NoticiarioEspañol); la segunda, el filme, me superó: «Kung Fu Panda 2». No sé si esto es propio de este medio de transporte, pero me superó. ¿No hay mejor catálogo? Opté por hacer uso del tercer juego de auriculares que la señorita de la voz de sonrisa me ofreció, por dos intentos previos infructuosos: el resultado, mejoró, pues pude elegir entre los tres canales disponibles: uno de narraciones, otro de música clásica y el infumable de la película. Opté por el segundo, claro está.
Quizás, la tercera vía, me pregunto (ya mimetizado con el medio), y me lanzo a la navegación por las redes sociales… Imposible. Nueva consulta a la señorita que a estas alturas ya pone cara de LOGSE, pues me considera algo familiar, y pesado. Ella, sin haber perdido aún la amabilidad ni la paciencia, me indica que… el tren no dispone de wifi. «Chapeau», exclamo (bueno, en realidad, más bien me callo, pero pienso: ¡cáspitas!, así, con todas sus exclamaciones). En un país donde cualquier autobús, urbano o interurbano, kiosko o café, cuelga el archiconocido «wifi free», la vorágine ferroviaria carece de conexión. Tendrá que ser así… Así, que no me queda otra, que dar rienda suelta a mi imaginación, y ponerme a escribir.
Ya ven cómo el viaje me ha resultado provechoso. Ha inspirado mi reflexión,… aunque de inmediato, tengo que cortar; llega la señorita de la sonrisa, y con esa voz de amabilidad, ilustrada evidentemente en los derroteros de la escuela global, me sugiere vaciar la mesa… Va a servirnos un suculento desayuno (algo que todos sabemos que es ya un producto nacional): tortilla francesa, con salsa de tomate y yogur griego. uhm… Riquísimo. El café, esta vez, ni lo intento.
Así que, obligado por las circunstancias, termino, y pulso el botón de apagado, imbuido en una sola conclusión: he de cambiar de medio de transporte. de momento, aquí, y ahora, tampoco encuentro la cultura, la que yo buscaba. Al menos, hay amabilidad y paciencia. Ya puede usted servir el desayuno, amable señorita, y disculpe por la espera. Me distraje un ratito en mis pensamientos…
Septiembre-2012